¿Y qué quiere decir «jornada de lucha»? Pues un día en que se manifestará ante los responsables del Gobierno la repulsa por las medidas que han adoptado y adoptan; y en la que se hará saber a los beneficiarios de tales medidas, los grandes empresarios, que esto no termina porque un Gobierno de ratas al servicio del Gran Capital deponga unos cuantos decretos que refrenden luego unas Cortes secuestradas por las oligarquías de partidos.
Una jornada de lucha es también un día para concienciar al resto de los trabajadores, especialmente a los de impulsos esquiroles, de que o se lucha contra las medidas del Gobierno de forma contundente o acabarán todos ellos con la carta de despido en la mano; de que ser dócil no es garantía de supervivencia, sino de explotación ilimitada y de acabar sometido a humillaciones propias de tiempos de esclavitud. Convencerlos de que la única vía para que subsistan sus familias es la Huelga General indefinida. Se pierde al final menos salario luchando, a pesar de los descuentos, que abandonándose a la misericordia del patrón, pues éste sólo obedecerá al impulso de su codicia.
Y una jornada de lucha sirve para dar un aviso claro a los empresarios de que, puestos en pie de guerra, los trabajadores somos mayoría, mucho más fuertes que ellos y el Estado juntos (los mineros de las cuencas asturiana, leonesa y aragonesa lo han demostrado, manteniendo en jaque a los cuerpos de represión del Estado hasta conseguir sus objetivos.
Es a esta causa a la que debieran adherirse parados, estudiantes y jubilados. Los dos primeros grupos, para tener alguna vez empleo. Los últimos, para apoyar a los trabajadores con parte de cuyos sueldos se les pagan las pensiones.
No nos vayamos el 26-S a dormir ninguno de nosotros sin tener la conciencia cierta de que hemos aportado nuestro esfuerzo, de la manera que sea, a la causa del pueblo llano, la de los trabajadores asalariados y la los autónomos que viven de su esfuerzo personal.
Buena suerte.
ÁCRATAS
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