Los historiadores del siglo XXII —habrá de esperar la humanidad un siglo para tener cierta perspectiva— definirán casi con certeza la primera mitad del siglo XXI como la edad de la regresión, del retestinamiento obligado por una globalización irresponsable, egoísta (en la que prevalecerá el enriquecimiento de unos pocos sobre la inclusión y la sostenibilidad), criminal (sin concesiones a los pobres, carne transaccionable, depredable), engañosa (agitadora de onerosos fraudes como el del cambio climático, cuando la degradación medioambiental planetaria será imparable para mayor beneficio de las multinacionales, aunque se finja desde la impostora casta política luchar contra sus efectos en todos los medios de desinformación del globo); de la desesperada búsqueda de soluciones dentro de las propias fronteras de cada nación (con o sin estado), añorantes sus gregarios ciudadanos de la prosperidad real o imaginaria, romántica, nacionalista, de otrora, incapaces de comprender que la inmovilidad personal no se compadece con la movilidad diligentemente rápida, lumínica, de los capitales, que elegirán sin dudar un instante la inversión multinacional al préstamo al pequeño empresario —el microfinanciamiento da demasiado trabajo a igualdad de beneficios—, de manera que los llamados acuerdos de prosperidad universal del milenio acabarán por trasladarse al tercero —milenio—; de la sistémica irresponsabilidad financiera global, irresponsabilidad legal y formal de esa cuerda de mangoneadores del ahorro, creadores contables del dinero electrónico, milagreros multiplicadores de la riqueza ilegítima, que acabarán por embargar recursos naturales, expropiar fuentes energéticas, países enteros —los marines USA irán después de que el Banco Mundial haga su trabajo extorsionador— para resarcirse de la deudas soberanas incobrables; del agotamiento de los recursos en desarrollos tecnológicos para el control de la población (que ya hoy, merced a las tarjetas de crédito y los teléfonos celulares está perfectamente localizada —y escuchada cuando a la inteligencia le parece oportuno
(1)— en cada instante de su vida; y gracias a la tecnología abusiva del GateWindows, monitorizada permanentemente a través de Internet por los robots buscadores de claves (palabras, frases, actitudes) del Mossad, el MI6, la CIA, en la supuesta lucha contra el ficticio, inaudito, esteáricamente imposible, terrorismo islámico (y también el anarquismo global de los antisistema —¿acaso no somos todos los intelectuales unos proscritos y peligrosos, aunque pacíficos, antisistema? Si no los somos, cabe preguntarse por qué, a qué nos estamos dedicando, en qué perdemos el tiempo mientras olvidamos nuestro deber—, considerados malditos por desagradecidos al plan global —es un Régimen— que explota en su nombre a países del tercer mundo para darles a ellos mejor vida al quedar habilitados para comerse las migajas de los manteles de los acaudalados y los poderosos) inventado por el Think Tank de Rumsfeld, Rice y Bush); de la multilateralidad y la transversalidad sólo para los medios, encubridores del verdadero ecumenismo de Bilderberg, la Trilateral, el foro de Davos, los Illuminati, todos ellos orquestados por la Masonería verdaderamente importante, no la de los Roundtablers, los Skull and Bones, la Sociedad Fabiana, etc., simples peones todos del verdadero conocimiento a cambio de una parte de la riqueza, sino los exclusivos miembros de la logia B’naï B’rith, el más alto rango del conocimiento y del poder omnímodo (también sobre la vida y la muerte del conjunto de los seres humanos).
La manera en la que se está respondiendo a la crisis desembocará, en los próximos meses, en el caótico futuro del planeta Tierra. Será la edad de la inculcada intolerancia popular (producto del encarecimiento de los alimentos y los combustibles, de la crisis financiera, del miedo a lo desconocido y del abandono por parte de la clase política —que seguirá atareada, cegada por el enriquecimiento urgente, último, y en la fuga de sus rapiñas a paraísos fiscales— del pueblo a su evidente suerte, tras el desencuadernamiento de los programas de protección social, tras la retirada de la financiación ayer abundante) en la que se culpará a los inmigrantes y extranjeros por el aumento del desempleo y por la miseria consecuente. La primera mitad del siglo XXI no será, para los historiadores del siglo XXII, la edad de la responsabilidad, como prometiera el oscuro presidente señuelo encumbrado a la Casa Blanca por los amos del mundo, el criminal desbaratador de la prosperidad de Kenia, Barack Obama, pues, para ello, serían necesarios un cambio de actitud y políticas de cooperación en los Estados Unidos y en todo el mundo, lo que no va a suceder mientras al poder mammonista no le pluga; sino que será, simple y llanamente, la edad de la decadencia.
XABIER ALZURI CALAVERA
NOTA DEL EDITOR: Con este artículo presentamos, en agosto de 2010, a nuestro nuevo colaborador, Xabier Alzuri Calavera, ingeniero y licenciado en Humanidades. Esperamos que sus aportaciones a este medio, lúcidos textos redactados con un bien personal estilo, nos ayuden a todos a comprender el mundo en el que nos ha tocado vivir.
(1) El autor se refiere al sistema SITEL, pagado por el Gobierno Aznar e implementado por el Gobierno Zapatero, que permite al ministro del Interior escuchar, desde el micrófomo de cualquiera de nuestros móviles, sin que se encienda, sin que lo notemos, todas nuestras conversaciones cara a cara. Es un micro espía situado en la habitación. Solución única: la que emplean los mafiosos y los grandes empresarios (¿O son lo mismo?) en sus reuniones: dejar los móviles fuera o quitarles la baterías.