Eso, en mercadotecnia, se denomina market making. Se emprende una intensa campaña y se inventa socialmente la necesidad de un producto o servicio. Aquí, la herramienta que emplea el Estado es el terror, asustar a la población. Y la población entiende perfectamente el mensaje: «Si no nos dejas reprimirte, morirás». El que sea a manos de unos terroristas chechenos, de un adolescente enloquecido por los videojuegos, o de una banda de asesinos profesionales extraidos de las cloacas del estado es indiferente. La amenaza funciona exactamente igual: la gente ve los muertos, que son lo único real. No importa quién los haya asesinado, prefiere que el Estado reprima a la sociedad a que los muertos sean de alguien de su familia. Y todos intuyen que si se muestran incrédulos respecto a las buenas intenciones del Estado, su probabilidad de ser los siguientes aumenta de un modo exponencial.
Por eso, los idiotas se creen y los cobardes fingen que se creen las teorías que exponen los medios al dictado del Estado. Los unos agitan carteles de «Than you, Police», por haber utilizado más de 200 balas para asesinar a un chico joven y desarmado. Y los otros llaman conspiranoico a cualquiera que dude, al tiempo que lo señalan ante las autoridades para proporcionarles nuevas víctimas. Son como los cerdos que muestran al matarife lo gordito que está aquél otro compañero de piara,. Y, dado lo colaborador en la matanza que ha sido él mismo, supone que el amo preferirá dejarlo vivir.
Debéis saber todos que otra vez es lo de siempre: Los miembros de The Craft (Blackwater), junto con efectivos de la Policía y el FBI estaban realizando unas maniobras durante la maratón bajo el supuesto de mochilas con explosivos cuando REALMENTE el atentado sucedió (de hecho, había perros especialistas en detección de explosivos en la meta, y los policías tranquilizaban a los atletas diciéndoles que se trataba de un ejercicio práctico). Lo de siempre: como explicó en su día un ex-agente de la CIA, la más eficaz forma de ejecutar un atentado de falsa bandera es realizar ese mismo día y lugar un ejercicio anti-terrorista bajo los mismos supuestos del acto terrorista que va a cometerse. Eso sucedió el 11S (Nueva York y Washington), el 11M (Madrid), el 7J(Londres), La policía de Oslo llevó a cabo ejercicios anti terroristas antes de los atentados 22 julio y otras muchas veces más de las que ni siquiera nos hemos enterado.
En estos tiempos de falta de ideas, el propio Hollywood explicita a veces cómo funciona de verdad el poder. Os recomiendo la película «Jack Reacher», que protagoniza el corto de talla Tom Cruise. Allí explica cómo se organiza un falso atentado, y cuán sospechoso resulta el detener a los culpables en las primeras horas tras el acto, como ha sucedido en Boston. A veces, los excesos de eficacia de los torpes y gordos policías comepizzas son el síntoma de la existencia de cabezas de turco preparados para morir «por la libertad y la justicia». Cuando se quedan sin ideas, los guionistas muestran las vergüenzas del sistema. Y hay cientos de películas que hablan de conspiraciones del poder estatal contra el pueblo. «La cortina de humo» es una de las buenas, con Dustin Hoffman en el papel de director y guionista de una guerra inexistente para asustar al pueblo ignorante.
El Estado es siempre nefasto para la libertad. Crea mercados y los corrompe, los interviene. Regula hasta la más inocua conducta civil. Y diseña el futuro del pueblo olvidando interesadamente que cada ciudadano es el mejor experto en lo que él mismo desea y necesita. Y luego dice el presidente Obama: «haremos todo lo que sea necesario para proteger a nuestra gente». Debiera confesar a quién considera verdaderamente su gente: si son los banqueros, los fondos de inversión u otros lobbies que financian a fondo perdido a su partido, y su propia campaña electoral.
Esta es la verdad: La única prueba de la participación de los dos hermanos chechenos en los atentados de Boston son sus inoportunas confesiones en sus cuentas de Facebook. ¡Con lo fácil que es utilizar Facebook para «probar intenciones»! Cualquiera puede abrir una cuenta de Facebook con el nombre de otro. Los nombres pueden repetirse. Es más, una cuenta creada hace dos años puede haber permanecido invisible para todos y haber ido acumulando, sin embargo, muchos comentarios comprometedores escritos por extraños al personaje: relaciones, viajes, ideas, proyectos.
Luego, en el momento oportuno, la cuenta cambia sus parámetros de publicidad y ya está: todo era evidente, público desde hace dos años. Es la misma técnica que se utilizó con Anders Behring Breivik para culpabilizarlo por los atentados de Noruega de 2011. La cuenta de Facebook lo presentaba como un fascista o un sionista, depende del criterio, ataviado con mandil de masón y uniforme. Una gilipollez total, mejor si hubiera pasado por ser un extraterrestre, teniendo en cuenta que a Anders Behring Breivik se le iba a dotar mediáticamente del don de la ubicuidad. Estuvo en dos sitios al mismo tiempo separados por una distancia de kilómetros y por una manga de mar. Y cuela, oye. Cuela todo porque la gente no tiene ningún interés en enterarse de la verdad. El ‘asesino’, detenido en el islote de Utøya, Anders Behring Breivik, era un empresario noruego de 32 años, descrito como nacionalista y fundamentalista cristiano, al que ‘algunos’ consideran de extrema derecha, si bien él mismo se definió como cristiano y conservador ‘en su perfil de Facebook‘. Anders Behring Breivik ‘había colgado mensajes en Internet’ declarándose enemigo de la sociedad multicultural.
Facebook es una herramienta de control social tan asumida como reflejo de la vida real que nadie duda de la autenticidad de todos los datos que ofrece y revela. No sé por qué. ¿Quizás porque la gente es idiota, por ejemplo? Puede ser. Pero su propietario es el sionismo internacional, con un testaferro a la cabeza, el joven sionista millonario Zückerberg. Y todo el capital importante, el que controla la sociedad, es también sionista. Por eso triunfó Facebook, porque la empresa asumió tanta inversión como fue necesaria para hacerlo universal; y tantas pérdidas como hicieron falta. Luego, los inversionistas de Sión se recuperaron gracias a la estafa de su salida a bolsa a un precio astronómico, su caída posterior y pagaron los tontos, como siempre.
¡Y encima nos tragamos que «las plataformas sociales», como Facebook, son la nueva democracia! ¡Que las primaveras árabes se organizaron desde Facebook! ¡Que el DRY es un movimiento social creado espontáneamente por los internautas! Hay que ser tonto de babas para tragárselo.
Quizás en un estado utópico futuro, tipo RC, fueran disjuntas; pero, hoy por hoy, el Estado y la Gran Banca son del mismo equipo. De hecho, quien manda es la Gran Banca, que depreda al Estado, a todos los estados. Pero el Estado se resiste a sus designios como buenamente puede: volviéndose contra sus ciudadanos para no desaparecer, haciéndoles pagar la factura de la Gran Banca, reprimiéndolos e incluso matándolos si se resisten.
Tarde o temprano, la Gran Banca destruirá el Estado pseudo-democrático, convirtiéndolo en lo que es, un TIRANO encubierto por una pátina democrática falsa, débil, apuntalada por los medios que la Gran Banca controla. Tarde o temprano, el Estado colapsará. Y llegará un enfrentamiento feroz entre Comunismo Libertario y Anarcocapitalismo. Eso será muy pronto. Tú y yo lo veremos, lector.
La lucha se zanjará con un acuerdo global, producto de la imposibilidad de imponerse al contrincante. La anarquía renunciará a la utopía imposible del comunismo libertario. Y el anarcocapitalismo renunciará al concepto de propiedad acumulativa, acopiadora de bienes de producción. Eso sucederá tras un tiempo en el que el mundo se parecerá mucho al Far West, todos armados y muchos cadáveres por enterrar.
Pero es lo que dice Ácratas, la propiedad colapsa cuando no se usa: terrenos baldíos, naves desocupadas, pisos sin vender. Todo ello podrá ser ocupado por quien verdaderamente lo utilice. Pues la propiedad de otra cosa que no sea el dinero (oro, plata, diamantes o bitcoins, valores transportables) se limitará a lo que uno ocupa o explota libremente. Toda anarquía, incluso la anarcocapitalista carece de razón para apoyar sus derechos en los registros de propiedad. ¿Cómo va a haber registros y derechos registrales sin Estado? Y, lo que es más evidente, carece de fuerza para imponer la injusticia.
La primera vez que lo leí aquí fue como una revelación. En efecto: las únicas quimeras posibles son aquellas que hoy ya despuntan, que ya se enfrentan contra el Estado: la okupación, la cooperación, la desobediencia civil, la objeción fiscal y la colaboración entre ciudadanos.
De modo que, según mi punto de vista, Rothschild, JPMorgan o Goldman Sachs son como un cáncer que consumirá a los estados hasta la muerte. Un cáncer cuya cura para que no consuma también a la sociedad son las poblaciones libres, las ácratas. Y no hay otra solución real, humana y posible. Ésa es mi esperanza.
SANTIAGO HERRERA
NOTA: Hoy, 23 de abril de 2013, se ha sabido que actores amputados figuraron en el atentado de Boston como víctimas. Y otra cosa sorprendente es el tipo de mochilas de los dos supuestos autores del atentado, diferente del que contenía las bombas, que es a su vez idéntico al de varios agentes de Blackwater (sección The Craft) que estaban en la zona. Conclusión: quiero ver los cadáveres de los terroristas y hacerles la autopsia. Claro que eso es imposible, pues todos los derechos de los interfectos han sido suspendidos por la Patriot Act. Y, así de paso, también nuestro derecho a saber la verdad. América, crisol de la democracia. «¡JPMorgan, mátalos!»
Añadimos un interesante contenido que nos proporciona ElCallejón809.com.