Cunetas de España

España, como país, o nación o patria, está más muerta que el coño de mi madre, enterrada hace veinte años. Las escolopendras que escapan se comen los últimos restos, unos cargos. La ONU, el Consejo de Estado, bancos, entes censores y consejos audiovisuales, aguas variadas, endesas y telefónicas… De luto, Rubalcaba conduce el armón con el féretro, mientras los gusanos se ponen los baberos.

No hay nada más repulsivo e irritante que deambular por el vallado redil de lo que queda de España. Molesto como la conciencia de ese condón arrugado que rasca en el capullo en la agonía de un gatillazo, mientras una puta mete prisa. La derecha toma el poder, tras los recortes sociales y las pérdidas de derechos perpetrados por la izquierda, organizando diligente la represión armada: porras, bolas, mangueras, humos. Y munición real.

La gente está dormida y entregada, sin esperanza porque tiene el alma cagada por sus errores. Y no cree en la resurrección de los muertos.

España huele mal:
a carne podrida,
a tubo de televisión caliente,
a restos de pizza,
a pedos mojados,
a compresas y a sobacos.

España huele a abortos. España mata a sus propios hijos. Nunca los ha querido. A los pocos patriotas los convierte en emigrantes. España: no hay peor madre, ni esposa menos fiel. Los héroes y conquistadores españoles han sido siempre pobres de solemnidad, delincuentes expulsados, espada en mano y coraza en pecho, huyendo de la ley y de la miseria de su tierra, empalando indios en la cruz jesuita-dominica y cargando barcos de oro para solaz de la avariciosa judiada europea.

Soplan vientos de cambio, pero susurran mentiras. Es preferible la franqueza del verdugo a la traición del falso aliado, que venderá las zurrapas de tus calzoncillos después de apuñalarte por la espalda. Sin garantía de supervivencia, la única manera no de vencer, sino de resistir, es identificar al verdadero enemigo; no confundir a los ejecutores con los cerebros de los crímenes; mirar bien arriba, a lo alto, a esos que dictan las leyes a los parlamentos y a los jueces; leer con atención: desfalcos a la hacienda pública, fugas de capitales, aumentos de sueldos y dietas, repartos de primas. Ellos son.

Y entre ellos y el pueblo descosido, obstáculos pesados como pirámides: la policía, el ejército, los políticos hechiceros, las putas castradoras, los pequeños intereses de la baja burguesía, la prebendada, los ancianos engullidores de sémolas y conservadores de miserias.

Despertad, indigentes exasperados. Indignaos. Pero de verdad. Pasad lista. Que figurar en esa lista sea la pesadilla de financieros y especuladores, autóctonos y foráneos. Con kipá o sin ella; desprepuciados o con bufanda. Son ellos. Lo han hecho ellos. Intencionadamente. Para esquilmaros, para llevaros a la desesperación, para volveros a unos contra otros, para que os exterminéis.

Podéis evitarlo. Impedidlo. Con una nueva constitución española democrática, sus acciones serán llevadas ante los tribunales de Justicia, e irán a la cárcel de por vida, tras serles embargados todos sus bienes. Sin ella, habrán de darse a la fuga para no ser aplastados como los perros que se pudren en las cunetas. Aún pueden elegir. Otros ya lo hemos hecho.

MHDP

NOTA: Recomendamos la lectura complementaria del artículo de MESS, Tras los pasos de la Tierra del Hielo.

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